Inicio | Textos de Ortiz | Voces amigas

2013/07/10 09:09:03.025 GMT+2

La prueba del eco

¿Hay alguien por ahí que lea estas páginas?

¡¡¡¡Ecooooooooo......!!!!

¿Se oirá cooo... cooo... cooo....?

Eso de la voz que clama en el desierto será muy bíblico, pero no resulta muy estimulante, que digamos. Y tanto clamar, a la larga acaba produciendo ronquera.

Saludos cordiales y veraniegos a los improbables lectores.

A.P.

Remitente: alberto_piris.2013/07/10 09:09:03.025 GMT+2
Etiquetas: | Enlace permanente | Comentarios (0) | Referencias (0)

2013/07/09 08:03:59.681 GMT+2

Los que tocan el silbato

Los audaces individuos (periodistas, escritores, informáticos, soldados, etc.) que arriesgan su situación personal -y a veces la vida- para desvelar inconfesables secretos de Estado, desde los papeles del Pentágono en 1971 hasta las malandanzas de la National Security Agency (NSA) en 2013, son conocidos en el mundo de habla inglesa como whistleblowers, es decir, "los del silbato" en traducción literal aproximada. Este es el nombre que hoy se aplica extensamente a Edward Snowden, el experto informático estadounidense, antiguo colaborador de la NSA, por cuyo motivo algunos países europeos, y especialmente España, han creado irreflexivamente un serio incidente internacional con algunos países latinoamericanos, del que todavía no se han revelado todos sus efectos. Incidente debido a dos factores básicos: 1) la habitual política de EE.UU. de "matar al mensajero", en vez de intentar resolver el problema que éste denuncia, y 2) la vergonzosa sumisión europea a los deseos de Washington, por injustos o ilegales que éstos sean.

En términos jurídicos de EE.UU., el país que ha puesto en circulación la palabra, un whistleblower es un empleado o funcionario que denuncia a su jefe o superior porque cree razonablemente que éste ha cometido un acto ilegal. Con ciertas connotaciones deportivas (el árbitro pita las faltas de los jugadores), traducir este vocablo al idioma español no es tarea fácil: soplones, delatores, chivatos, acusicas y otros términos análogos están cargados de un sentido despectivo del que carece la expresión original.

Denunciantes, informadores o informantes se aproximan más a la realidad, pero no implican el matiz de coraje y riesgo que lleva consigo la actividad de esas personas. La castiza expresión "tirar de la manta" es quizá la más aproximada, según el diccionario de la RAE, pero a partir de ella no es sencillo generar un sustantivo para uso común; la escasa versatilidad de nuestro idioma, al contrario de lo que sucede en inglés, no facilita crear algún neologismo serio, como sería "los tiramantas".

Esta breve digresión lingüística no es inútil, porque el tipo de persona al que se aplica la palabra en cuestión va a proliferar de ahora en adelante, a medida que se perfeccionan y complican los medios técnicos para ocultar y transmitir información, descubrirla y difundirla. Así pues, esas operaciones se harán más comunes, adquirirán mayor brillantez y en muchos casos resultarán muy deseables para la mayoría de la población, que siempre suele agradecer el arrojo de los que se atreven a tirar de la manta en casos peliagudos. Cuando los diversos poderes que nos gobiernan legal o ilegalmente -político, financiero, militar, comercial, etc.- recurren sistemáticamente a subterfugios para ocultar los engaños y mentiras con que a menudo pretenden manipularnos, informar sobre lo que se desea mantener oculto y poner al descubierto las trampas de los poderosos va a ser un trabajo muy bien considerado en el futuro. Se necesitará una palabra en nuestro idioma que lo describa nítidamente.

Volviendo al caso Snowden, es interesante leer lo que sobre esto ha escrito un anterior denunciante (usaré esta palabra mientras no se encuentre otra mejor), Peter Van Buren, el diplomático que en 2011 reveló públicamente los desmanes del Servicio exterior de EE.UU. en Iraq, en un libro titulado We Meant Well: How I Helped Lose the Battle for the Hearts and Minds of the Iraqi People (en traducción libre: "Teníamos buena intención: cómo ayudé yo a perder la batalla por los corazones y las mentes del pueblo iraquí). Lo reproduzco a continuación en traducción propia:

"Edward Snowden se sintió sin duda consolado al saber que un creciente número de estadounidenses están lo suficientemente indignados como para resistir a un Gobierno que se vuelve contra su pueblo. Sus pensamientos fueron reflejados por Julian Assange, que dijo: 'En los esfuerzos de la administración de Obama por aplastar a los jóvenes whistleblowers con acusaciones de espionaje, el Gobierno de EE.UU. ataca a una generación joven de gente que considera inaceptable la masiva violación de los derechos de privacidad y de juicio justo. Atacando a esa generación, la administración de Obama solo puede perder'. Snowden esperaba seguramente que Obama se preguntaría por qué ha abierto el doble número de procesos sobre espionaje que todos sus predecesores en la Presidencia juntos, y por qué casi todos han fracasado".

"En aquel vuelo [el que le llevó de Hong Kong a Moscú] Snowden habrá reflexionado sobre lo que había perdido, incluyendo su elevado sueldo, su vida feliz en Hawai y Suiza, las relaciones personales, la excitación por estar dentro del sistema y conocer hoy las noticias que se publicarán mañana. Ha perdido ya mucho de lo que importa en una vida personal, pero no todo lo importante. A veces -y cualquier whistleblower lo llega a saber muy bien- hay que creer que existen cosas que importan más que uno mismo. Hay que creer que un valeroso acto de conciencia puede marcar la diferencia en unos EE.UU. que van por mal camino, o simplemente que, aunque no importe nada, uno ha hecho por su país lo que tenía que hacer". Si la palabra no estuviera tan desprestigiada por los que la manipulan y abusan de ella, se podría decir que en eso consiste el verdadero patriotismo.

CEIPAZ, 9 de julio de 2013

Remitente: alberto_piris.2013/07/09 08:03:59.681 GMT+2
Etiquetas: snowden whistleblower assange nsa | Enlace permanente | Comentarios (0) | Referencias (0)

2013/07/05 08:47:15.962 GMT+2

Palestina en la gran pantalla

A la vez que en muchas salas de cine españolas se proyecta la impresionante película Inch’Allah, sobre el irresuelto conflicto de la ocupación israelí de Palestina, el Norwegian Peacebuilding Resource Centre (NPRC, un centro noruego de análisis sobre la construcción de la paz: http://www.peacebuilding.no) anunció el pasado día 1 de julio la posibilidad de reanudar la llamada Iniciativa árabe de paz (IAP), a sugerencia del Secretario de Estado norteamericano John Kerry.

Ante la inestable situación por la que atraviesa el mundo árabe, de la que los sangrientos enfrentamientos en El Cairo son hoy muestra evidente, Kerry parece decidido a enfrentarse a los variados problemas que complican la situación en Palestina: los asentamientos ilegales israelíes que siguen creciendo; la ocupación militar del territorio palestino, que viola la legislación internacional; la parcelación geográfica y política impuesta por la fuerza en Cisjordania; las discrepancias entre el Gobierno de Gaza (Hamás) y el presidente Mahmoud Abbas, en relación con la política a adoptar, son una muestra de los obstáculos que obstruyen el camino hacia la paz. Tampoco el presidente Netanyahu es ajeno al empeño de EE.UU., aunque con su tibia aceptación de la IAP pretende abordar también los problemas de seguridad que para Israel constituyen Irán y Siria, lo que, a ojos del ala derecha de su coalición política le daría credibilidad para efectuar los intercambios de territorio que crea convenientes.

La IAP fue adoptada por la Liga Árabe (LA) en su reunión de Beirut en 2001, con la finalidad última de hacer que todos los países árabes normalizaran sus relaciones con Israel, a cambio de un vasto tratado de paz árabe-israelí. Pero éste permanece olvidado, aunque la LA lo sigue manteniendo en su agenda. Sin embargo, la exigencia inicial de aceptar ciertas premisas (las fronteras de 1967, el retorno de refugiados, etc.) la hace de muy difícil, cuando no imposible, aplicación directa en la actual situación.

Todas estas cuestiones, que tan complejas aparecen en los textos, están magistralmente trazadas en la última obra cinematográfica de la directora canadiense Anaïs Barbeau-Lavalette. Inch’Allah es un compendio audiovisual, narrado desde el interior mismo del problema, de lo que sucede día a día en los territorios palestinos y, según ella, “contribuye al proceso de construcción de la paz y a entender al otro”. Se puede asegurar que ha logrado algo muy difícil al mostrar “la naturaleza monstruosa de los actos terroristas”, recordando a la vez que éstos “siempre han tenido lugar”, pues son históricamente muy anteriores a la eclosión del terrorismo islamista. Sin justificar las acciones de los terroristas, se ha esforzado por “poner un rostro humano a un acto inhumano”, para mostrar el fondo más profundo de este grave problema.

El espectador vive la humillación cotidiana de un pueblo militarmente ocupado. Los controles a los que es sometida la población en los puntos de paso, donde puede ocurrir que una mujer palestina se ponga de parto y tenga que dar a luz en el mismo automóvil en el que viajaba hacia el hospital, detenido ante la punta del fusil de un soldado israelí; ella se convertirá en terrorista suicida después de que su bebé nazca muerto. Los registros domiciliarios, incluso en la clínica maternal donde los soldados abren sin miramientos los cajones de las medicinas, buscando armas o explosivos, mientras se está realizando una ecografía a una embarazada que protesta airadamente. Se vive la tristeza de una familia al visitar -gracias a un permiso excepcional logrado por amistad- las ruinas de lo que fue su casa ancestral, de la que fueron expulsados durante la nakba (el éxodo palestino de 1948). Se muestra en toda su crudeza la opresión de las tropas de ocupación, que penetran a cualquier hora en las viviendas, hacen salir a los hombres y, bajo la amenaza de sus armas, los concentran en la plaza para proceder a su interrogatorio. O la cruel justicia que impone 25 años de cárcel a un palestino porque pegaba carteles recordando a un terrorista muerto. Se reprocha a los medios de comunicación que publiquen a toda página el asalto palestino contra una colonia judía, que causa un par de heridos, y que olviden la muerte de un niño palestino atropellado el mismo día por un vehículo militar. La sensación dominante al concluir el filme es una honda desesperanza: la certeza de que eso no puede continuar así, pero no se percibe ninguna luz al final del túnel.

La directora ha confesado: “Cuando te sumerges en un tema como este, te das cuenta de su verdadera profundidad y comprendes que explorarlo es un proceso sin fin. Sigo sin entender Palestina ni el conflicto palestino-israelí”. Eso sucede a menudo cuando la cinematografía aborda problemas de gran calado y actualidad. Solo las películas históricas, bien documentadas, sirven a veces para elaborar juicios acertados sobre asuntos del pasado.

Los verdaderos expertos -si en realidad existen sobre alguna cuestión de actualidad- se pierden a menudo en divagaciones teóricas difíciles de entender. Pero en este caso, merece la pena leer el informe del NPRC, redactado por un antiguo oficial del Mossad y director del Centro de Estudios Estratégicos de la universidad de Tel Aviv, antes o después de contemplar la imprescindible película de la directora quebequense. El lector/espectador agradecerá el resultado, aunque deje en él una inevitable carga de desesperanza y amargura.

República de las ideas, 5 de julio de 2013

 

Remitente: alberto_piris.2013/07/05 08:47:15.962 GMT+2
Etiquetas: israel palestina | Enlace permanente | Comentarios (0) | Referencias (0)

2013/06/28 09:35:31.953 GMT+2

A vueltas con las banderas

En un libro de texto de aquel bachillerato de siete años de duración, que en los años 40 estudié en el viejo Instituto vitoriano -cuyo noble y renovado edificio es hoy la sede del Parlamento vasco-, la figura que ilustraba el capítulo dedicado a la llegada de Colón al Nuevo Mundo mostraba al almirante arrodillándose ante la cruz que un clérigo hincaba en la tierra caribe, mientras que en las carabelas, fondeadas a poca distancia de la playa, se observaba, flameando al viento, la bandera roja y amarilla. Era la misma que todas las mañanas se izaba en el patio del insti (escoltada -como Cristo en el Calvario- por otras dos, emblemas de sendos partidos políticos), mientras los chavales entonábamos el “Cara al sol”, musicalmente dirigidos por el abnegado profesor de Formación del Espíritu Nacional, que vestía la camisa azul.

Nuestro espíritu nacional era objeto de intensa dedicación, tanto simbólica como lectiva (aunque vistos los resultados a largo plazo, el éxito no fue tan abrumador como hubiera podido parecer), pero la enseñanza en cuestiones históricas es evidente que dejaba bastante que desear, porque en 1492 ni siquiera existía la bandera que mostrada el dibujito. Ésta nació, tres siglos después, como consecuencia de un deseo del rey Carlos III, que quería disponer de una nueva bandera para sus buques de guerra, ya que la utilizada hasta entonces se confundía “a largas distancias o con vientos calmosos con la[s] de otras naciones”, según se lee en la Ordenanza General de 1785.

En ese documento, cuya existencia naturalmente ignorábamos los chavales de la época, se disponía que los colores de la nueva bandera fueran el “encarnado” y el “amarillo”. Pero el profe del espíritu se empeñaba en hablarnos enfáticamente de la “enseña rojigualda”, justo antes de marcar el compás inicial del himno matutino. No nos quedaba más remedio que deducir que “gualdo” era un adjetivo equivalente a “amarillo”, asunto sobre el que la profe de Literatura nunca amplió nuestros conocimientos. Así pues, igual que ocurría con el latín de las misas (o las “divinas palabras” de Valle-Inclán, que conoceríamos años más tarde), nos era obligado sospechar que tan extraño adjetivo solo se usaba para la bandera, en razón a su naturaleza casi sobrenatural, y no podía aplicarse a cosas más sencillas como, por ejemplo, la yema de un huevo frito. ¡Ah, las banderas! Apenas entrábamos en la pubertad y ya sabíamos que encerraban conceptos tan intangibles como los concernientes a la religión, y poco a poco nos íbamos enterando también de que por todo el mundo eran muchos los que morían y mataban, incluso cruelmente, impulsados por esas imprecisas ideas.

Pues también un asunto de banderas amenaza estos días con poner en peligro el futuro del pueblo afgano. De momento, ha producido ya una reacción violenta en Kabul, donde unos talibanes suicidas penetraron hasta cerca del palacio presidencial, en una de las zonas más protegidas de la capital afgana, pocos días después de que las tropas aliadas pusieran en manos del Gobierno la responsabilidad de la seguridad ciudadana.

Ocurrió que, con vistas a desarrollar conversaciones de paz en un país neutral -Catar-, el Gobierno local, a instancias de EE.UU., autorizó a una delegación talibana la apertura de una sede en la capital. Tras doce años de guerra ininterrumpida, era más que loable el esfuerzo por iniciar contactos que pudieran conducir a un diálogo de paz, para dirimir en torno a una mesa, y no en el campo de batalla, los problemas que enfrentan al Gobierno de Kabul con los talibanes.

En Doha, las autoridades locales asistieron a la inauguración de la nueva sede talibana. La reducida delegación de enturbantados afganos procedió a izar una bandera blanca con versos coránicos al son de un himno pastún. A la vez, en la fachada se colocó una placa identificativa que decía: “Oficina política del Emirato islámico de Afganistán”. La representación catarí asistente al acto aplaudió cortésmente y abandonó la escena, sin intuir lo que se avecinaba.

Pero ¡ah, símbolos y banderas! Desde Kabul, un irritado presidente Karzai protestó enérgicamente aduciendo que eso equivalía a abrir en Doha otra embajada afgana, rival de la que allí posee su Gobierno. Tras intensas discusiones telefónicas, se acordaron dos cosas: reducir la altura del mástil de la bandera, para que ésta no fuera visible desde la calle, y retirar la placa con la ofensiva inscripción. El resultado es que las reuniones todavía no se han iniciado.

Así que, por una discrepancia esencialmente simbólica, unas conversaciones de muy crítica naturaleza, de las que va a depender en gran parte el futuro de Afganistán y la política exterior de los países allí implicados, se han visto interrumpidas y quizá aplazadas sine díe, contribuyendo a prolongar la inestable situación del país.

Himnos, banderas y otros símbolos, no por todos comprensibles, siguen ejerciendo sobre la mente de muchas personas un pernicioso influjo que a menudo aparta al pensamiento de la vía racional y lo sumerge en confusos laberintos de los que no suele ser fácil salir.

República de las ideas, 28 de junio de 2013

Remitente: alberto_piris.2013/06/28 09:35:31.953 GMT+2
Etiquetas: karzai banderas afganistán enseñanza colón catar | Enlace permanente | Comentarios (0) | Referencias (0)

2013/06/24 08:15:35.127 GMT+2

Preparando la salida de Afganistán

Por primera vez desde que en 2001 los talibanes fueron expulsados de Afganistán por las fuerzas de la coalición aliada invasora, la OTAN ha puesto la responsabilidad de la seguridad nacional en manos del Gobierno del presidente Hamid Karzai. En una ceremonia que tuvo lugar en Kabul el pasado 18 de junio, Karzai declaró que "nuestras fuerzas militares y de seguridad dirigirán a partir de ahora todas las actividades que les corresponden". No obstante, las tropas aliadas permanecerán en Afganistán hasta concluir 2014 y podrán acudir en refuerzo de las unidades afganas.

Aparte de la incesante actividad que las fuerzas de ISAF están llevando a cabo, preparando la retirada y desmontando los complejos sistemas logísticos que constituyen las bases, proseguirán las misiones de instrucción así como las de apoyo de transporte aéreo y evacuación urgente de bajas. El Secretario General de la OTAN, que participó en la ceremonia, alabó la "extraordinaria resolución" de las tropas afganas e insistió en que todavía quedaba mucho por hacer en los 18 meses restantes: "Seguiremos ayudando a las fuerzas afganas en el desarrollo de las operaciones, si es necesario, pero nosotros ya no las planificaremos, ejecutaremos ni dirigiremos; a finales de 2014, todas nuestras misiones de combate habrán concluido".

Las tropas aliadas desplegadas ahora en el país afgano suman unos 97.000 efectivos, procedentes de medio centenar de países, aunque el contingente mayor -unos 68.000- pertenece a EE.UU. Cuando en 2014 hayan abandonado Afganistán, solo quedará un pequeño grupo de instructores y asesores militares, cuya composición y tamaño está todavía pendiente de una decisión conjunta con el gobierno de Kabul.

Karzai, por su parte, mostró su satisfacción personal por el objetivo alcanzado e insistió en que ahora se iniciaría una nueva estrategia, de la que no formarían parte los ataques aéreos "contra los hogares y las poblaciones afganas", recordando así su radical rechazo al uso de los fatídicos drones, que tanto complacen a los estrategas del Pentágono y de la CIA, pero que con frecuencia causan bajas inocentes y producen gran disgusto entre la población.

No fue un buen augurio del inicio de esta nueva situación el ataque terrorista suicida que tuvo lugar pocas horas antes del solemne acto de transferencia de responsabilidades, y que causó tres muertos y más de una veintena de heridos. El presunto objetivo del ataque, un señalado dirigente hazara, salió ileso.

Las opiniones consultadas sobre el terreno, respecto a la nueva situación, son muy variadas. Un instructor militar aliado aseguró que los mejores soldados afganos están a la altura de cualquier ejército de un país en vías de desarrollo, pero que el grueso del contingente deja todavía mucho que desear. El jefe del ejército afgano se ha quejado de que la escasa capacidad aérea de sus fuerzas es un difícil reto a resolver: "Tenemos muy pocos medios para el transporte aéreo y en muchas zonas tenemos que recurrir a ISAF. Por lo demás, creo que seremos plenamente capaces de realizar nuestra labor".

Si el aspecto militar del futuro Afganistán independiente presenta algunas perspectivas aceptables, no ocurre lo mismo con los problemas políticos que el Gobierno de Kabul habrá de resolver.

Los contactos que a nivel diplomático estaba previsto realizar en Doha, la capital de Catar, entre el Gobierno de Karzai y la dirección talibana, parecen atascados por cuestiones de imagen y prestigio, y por la desconfianza mutua entre ambas partes, así como desacuerdos importantes entre el Departamento de Estado de EE.UU. y el Gobierno afgano, que el pasado 20 de junio rechazó iniciar las conversaciones con la delegación de los talibanes.

Karzai se quejó de que éstos abrieran una oficina en Doha y de la forma en que llevaron a efecto una conferencia de prensa que, según él, hizo aparecer a los talibanes como el Gobierno en el exilio del presunto "Emirato islámico de Afganistán" (nombre que adoptaron los talibanes durante el tiempo en que gobernaron el país). Esto fue lo que provocó el incidente diplomático con EE.UU., que ha patrocinado estas tentativas de encuentros bilaterales. Las insistentes llamadas del Secretario de Estado, John Kerry, no han logrado suavizar el conflicto, y Karzai sigue acusando de duplicidad a EE.UU. por mantener contactos ocultos con los talibanes. Sus esfuerzos para que el Gobierno catarí haga retirar de la fachada de la delegación talibana los signos y banderas que molestan a Karzai, son una muestra de que las conversaciones tienen todavía un largo camino que recorrer, en el que símbolos e intenciones ocultas son obstáculos difíciles de superar. Pues así están las cosas en aquel lejano país del que todavía tendrá que regresar incólume el destacamento español que allí presta sus servicios. Deseémosle suerte.

CEIPAZ, 23 de junio de 2013

Remitente: alberto_piris.2013/06/24 08:15:35.127 GMT+2
Etiquetas: afganistán eeuu otan | Enlace permanente | Comentarios (0) | Referencias (0)

2013/06/21 09:17:51.030 GMT+2

África en el ojo del huracán

La única base militar de EE.UU. en África, reconocida oficialmente como tal por el Pentágono, es Camp Lemonnier, situada en Yibuti, el estratégico Estado a caballo entre el mar Rojo y el golfo de Adén. En el año 2002 se estableció allí el mando de la CJTF-HOA, conglomerado de siglas -muy al gusto de las fuerzas armadas de EE.UU.- que esconde el nombre de "Fuerza de tarea combinada conjunta del Cuerno de África". Su área de operaciones alcanzaba desde las islas Seychelles, en el océano Índico, hasta Eritrea, en el mar Rojo, pasando por Tanzania, Uganda y Etiopía, entre otros países. Pero la llamada área de interés (un subterfugio para ampliar su zona de responsabilidad) abarcaba desde las islas Mauricio y Madagascar, Mozambique y la República Democrática de Congo, hasta alcanzar Sudán, Egipto y Yemen, sin olvidar la República Centroafricana y Chad, recientes escenarios de conflictos en vías de agravamiento.

Las fuerzas especiales de EE.UU. empezaron a actuar también desde 2004 en países aún más alejados de Yibuti, como Nigeria, Senegal y Mali. En 2008 se celebró en el Cuartel General de EE.UU. en Europa la 4ª Conferencia anual de algo con nombre todavía más complejo: la "Asociación (Partnership) de contraterrorismo transahariano y Operación Enduring Freedom para el Transáhara". Todo ello quedó pronto subsumido en el llamado "Mando de EE.UU. para África" (AFRICOM), que puso bajo control del Pentágono el único continente que hasta entonces no tenía asignado un mando específico. Instalado en Stuttgart (Alemania), ante la resistencia de muchos países africanos a albergarlo en su territorio (se llegó a estudiar la alternativa de Rota, en España, no descartada aún definitivamente), su crecimiento y desarrollo han ido paralelos a la proliferación de grupos terroristas africanos, así cómo a un aumento en el número y gravedad de sus agresiones.

Para EE.UU. la situación alcanzó un punto crítico cuando el 11 de septiembre de 2012 un grupo vinculado a Al Qaeda, llamado Ansar al-Sharia, atacó las instalaciones de EE.UU. en Bengasi, asesinando al embajador y tres funcionarios. Pero el torbellino levantado en África después de la caída de Gadafi se ha acelerado y ha ampliado su radio de acción. El colapso de Mali y varios golpes de Estado han hecho crecer la inestabilidad en el Sahel y en el Sáhara. Un jefe del AFRICOM declaraba en marzo pasado que el problema se extendía hacia el noroeste africano. El órgano oficial del Centro de combate contra el terrorismo, dependiente de la Academia militar de West Point, publicaba el pasado mes de mayo que "los yihadistas están reclutando abiertamente jóvenes militantes que envían a campos de entrenamiento en las montañas fronterizas con Argelia".

La intervención francesa en Mali fue respondida con el ataque a la planta de gas de Amenas, que produjo la muerte de casi 40 rehenes. Organizado por un veterano instruido por EE.UU. durante la guerra contra la URSS en Afganistán, fue la primera de una serie de agresiones de réplica a las intervenciones occidentales en el noroeste de África. La guerra de Mali forzó el regreso de algunas bandas terroristas a sus países de origen, como Libia o Nigeria, aumentando la violencia en esos países.

El Secretario de Estado John Kerry ha declarado que "las alegaciones verosímiles de que las fuerzas nigerianas de seguridad están cometiendo graves violaciones de los derechos humanos, contribuyen a agravar la violencia y a fomentar el terrorismo". Es un esquema ya viejo, que viene repitiéndose en todos los países donde la "guerra contra el terror", que patentó Bush, ha despreciado las leyes humanitarias y soslayado los derechos humanos.

El nuevo jefe de AFRICOM, general David Rodriguez, ha alertado sobre nuevos peligros, incluyendo el tráfico de estupefacientes en África Occidental y el aumento en los alijos de heroína procedentes de Afganistán y Pakistán, a través del océano Índico; puntualizó: "En el Sahel, el comercio de cocaína y hachís es facilitado por Al Qaeda en el Magreb islámico, y beneficia directamente a este grupo terrorista".

El resumen es desalentador. Un analista estadounidense constata que "tras un decenio de invertir los dólares de los contribuyentes en acciones antiterroristas y estabilizadoras en toda África, el continente ha experimentado cambios profundos desde que nuestras fuerzas armadas empezaron a operar desde Camp Lemonnier, pero no son los cambios que EE.UU. buscaba".

A medida que EE.UU. abandona Afganistán, Obama puede sentirse impulsado a proyectar sobre África un mayor esfuerzo militar. Pero no hay que profundizar mucho en la historia reciente para temer que tampoco así se logren éxitos. Desde los atentados del 11-S, las decisiones del Pentágono han venido contribuyendo a reforzar la diáspora universal del terror: basta contemplar el Iraq de hoy. El mismo fenómeno puede repetirse en África, donde los grupos terroristas, que han ido creciendo tras las sucesivas guerras de EE.UU., cruzan libremente las fronteras y hacen del continente un lugar más inestable y peligroso que lo que era antes de que los primeros soldados de EE.UU. pusieran pie en Yibuti hace ya 11 años.

República de las ideas, 21 de junio de 2013

Remitente: alberto_piris.2013/06/21 09:17:51.030 GMT+2
Etiquetas: eeuu terrorismo yibuti africa | Enlace permanente | Comentarios (0) | Referencias (0)

2013/06/14 09:36:43.862 GMT+2

El espía universal

El escándalo provocado en EE.UU. por la difusión de noticias sobre el espionaje que la Agencia Nacional de Seguridad (National Security Agency, NSA) ejerce sistemáticamente sobre la vida privada de los ciudadanos, ha centrado la atención de los medios de comunicación sobre los entresijos de ese organismo, poco conocido pero mucho más desarrollado y omnipresente que la superfamosa CIA. Veamos algunos detalles recientemente publicados en EE.UU.

Pendiente de finalizar la construcción de las nuevas instalaciones que la albergarán en el futuro, Fort Meade, en Maryland (EE.UU.), donde ahora está instalada la NSA, podría llamarse muy bien la capital mundial de los ordenadores. Ya un antiguo director de la NSA, en la segunda mitad de los años 60, declaró que tenía a su cargo un espacio de dos hectáreas y media, repleto de equipos informáticos. Naturalmente, ese espacio se ha multiplicado muy aceleradamente desde entonces. Y como hoy no resulta suficiente para la compleja exploración de todas las posibles fuentes de información aprovechables para los fines de la agencia, se está construyendo en un remoto rincón de Utah lo que será la futura sede, un edificio más grande que el Capitolio de Washington, y que consumirá más energía eléctrica que toda la ciudad de Salt Lake City, la capital del Estado.

Algunos la han comparado con la "Biblioteca de Babel", la creación literaria de José Luis Borges donde se almacenaba todo el posible saber impreso del mundo, pero no se entendía ninguna palabra porque los libros eran el resultado de la combinación azarosa de letras y símbolos. Debía contener a la vez todos los libros existentes y todos los libros posibles.

La realidad es quizá más abrumadora que la ficción del escritor bonaerense: ese futuro centro de datos digitales podrá examinar todos los correos, mensajes y foros sociales existentes en la actualidad en todo el mundo. Su capacidad asusta: equivale a 1,25 millones de discos duros de 4 terabitios, instalados en 5000 servidores que almacenarán billones de billones de ceros y unos, conteniendo los datos de cada individuo. Algunos analistas han calculado que su capacidad alcanza ya los 5 zetabitios, astronómica cifra (5 por 10 elevado a 21) que equivale a lo que podrían almacenar 62.000 millones de modernos teléfonos inteligentes conectados a la vez. Pero los expertos ya anticipan que para 2015 habrá alcanzado un nivel de varios yotabitios (10 elevado a 24). No existe todavía nombre para el siguiente orden de unidades, pero de seguir la NSA por ese camino pronto habrá que inventarlo.

¿Cuál es la materia prima con la que aquí se trabaja? Llamadas telefónicas, correos electrónicos, transferencias de datos, emisiones de radio, páginas web o foros visitados en la red, tiques de aparcamiento, facturas de compras, etc., así como todo el "menudeo" electrónico producto de la vida diaria de las personas, como cuando se firma una compra en un supermercado pagando con tarjeta. O al bajar un video de Youtube y observarlo durante algún tiempo.

Esa información, que equivaldría a un numero de páginas impresas superior a todo lo que se ha imprimido en el mundo hasta el presente, serviría a la NSA para determinar qué personas pueden ser hoy, o convertirse mañana, en terroristas. La información bruta, incluso la constituida por cadenas digitales interrumpidas o textos cifrados, una vez almacenada se estudia en superordenadores que utilizan complejos programas algorítmicos, en continuo perfeccionamiento, para detectar conductas sospechosas.

Sorprende leer algunas conclusiones publicadas en EE.UU. Según ciertos comentaristas, el principal problema que hoy afronta la NSA no es que se esté ahogando en un mar de datos, a menudo indescifrables e ininteligibles y en su mayoría inútiles. Esto se resolverá con nuevas tecnologías y programas muy refinados que aliviarán la inevitable "turbulencia" que dificulta obtener resultados útiles. El principal problema no es ese, sino la enorme cantidad de energía eléctrica que consumen las nuevas instalaciones, aunque se las traslade a lugares alejados (como Utah y Texas). Será necesario construir nuevas centrales eléctricas cada vez más potentes, lo que aumenta los problemas financieros que debe resolver el Congreso. Es un curioso problema de "poder político y energía eléctrica" (juego de palabras solo válido en inglés, pues power se aplica a ambos conceptos): cuanto más potencia eléctrica consuma la NSA, más y más datos obtendrá de sus fuentes privadas -en grave menoscabo de la privacidad de los ciudadanos- y más exhaustivos y completos serán los informes que envíe a las autoridades, con lo que, en definitiva, aumentará su poder político entre las instituciones del Estado.

Obama debería reflexionar un poco más sobre el dilema entre seguridad y libertad personal. Un pueblo obsesionado por alcanzar la seguridad absoluta es un pueblo condenado a la esclavitud mental, a la sumisión irracional; es un pueblo que concede a sus gobernantes libertad, también absoluta, para vigilarlo y someterlo. Alguien dijo que valía más morir de pie que vivir de rodillas. Vivir permanentemente vigilado y controlado es como vivir arrodillado.

República de las ideas, 14 de junio de 2003

Remitente: alberto_piris.2013/06/14 09:36:43.862 GMT+2
Etiquetas: eeuu nsa obama | Enlace permanente | Comentarios (0) | Referencias (0)

2013/06/12 10:07:25.132 GMT+2

Obama y el mito de la seguridad

El feudalismo europeo nació porque los pequeños propietarios de tierras y ganado no podían defenderse por sí solos de las incursiones de los pueblos agresores (normandos, vikingos, etc.) y necesitaban a alguien que les protegiese con las armas. Para ello acudían a los grandes señores, ya que entonces ni siquiera los reyes disponían de fuerzas suficientes para proteger a todos sus súbditos. El "vasallo", que así era llamado, no obedecía directamente al rey sino que lo hacia a través de su señor feudal, con quien quedaba "enfeudado". A cambio de una cierta seguridad (como la de ser acogido tras los muros del castillo cuando una hueste enemiga arrasaba sus campos), el siervo quedaba sometido a una dura condición pues, como escribía un jurisconsulto de la época, "su señor puede tomar todo lo que tiene y ponerlo en prisión, con razón o sin ella. No tiene que responder de su conducta sino ante Dios".

El régimen feudal exigía de las clases inferiores tan duros sacrificios y les relegaba a tan vil condición que su abolición fue el objetivo principal de las primeras grandes revoluciones. Lo que los siervos y villanos de aquella época no acababan de entender era que la seguridad proporcionada por su señor no era, ni podía ser jamás, absoluta; peor aún, era un pretexto más para someterlos y explotar su trabajo y sus recursos en beneficio propio. En siglos posteriores, el monopolio de la artillería puso en manos de los reyes una fuerza militar imbatible, el poder feudal fue sometido y se concentró en las manos del monarca absoluto ("el Estado soy yo"); pero tampoco ese nuevo poder era capaz de garantizar la seguridad total de los ciudadanos.

Incluso antes de aparecer el feudalismo, era el mito de la seguridad el que permitía a las faraones erigirse en dioses humanos que con su simple presencia y sus elaborados rituales aseguraban al pueblo que el Nilo seguiría regando periódicamente las feraces tierras que sus súbditos cultivaban, para beneficio de él y sus cortesanos. Asirios, caldeos y otros pueblos de la antigüedad, ante las incertidumbres de una vida cotidiana a menudo incierta y amenazada por el hambre, las enfermedades, guerras y catástrofes, y donde la simple subsistencia nunca estaba asegurada de un día para otro, también inventaron dioses, cultos y castas sacerdotales que les hacían sentirse seguros ante una naturaleza que les superaba y que no sabían cómo gestionar y, sobre todo, ante la angustia de la muerte inevitable.

El mito de la seguridad ha subsistido al paso de los siglos y es lo que ha llevado a Obama a afirmar recientemente que le es imposible garantizar a la vez a sus compatriotas "el 100% de seguridad y el 100% de privacidad". Digamos que con esta última palabra ha pretendido aludir al derecho de cualquier persona a gozar de un área de intimidad inviolable y a no ser espiado, así como los demás derechos elementales del ciudadano, entre los que figura el poder recurrir ante un sistema judicial democráticamente garantizado, que evite el encarcelamiento arbitrario de las personas como ahora ocurre en Guantánamo.

Obama está haciendo frente a una marea de opinión adversa suscitada por la difusión de los variados y complejos sistemas estatales dedicados en EE.UU. a escudriñar las actividades privadas de los ciudadanos (correos, teléfonos, fotografías, desplazamientos, etc.), así como las cada vez más refinadas tecnologías que permiten controlar, registrar y analizar sistemáticamente la vida de cualquier persona, aunque no sea sospechosa de nada.

Han naufragado lamentablemente aquellas promesas electorales anunciadas por Obama, para introducir cambios radicales en la política seguida por su antecesor en la Casa Blanca, que tanto ha restringido las libertades personales del pueblo estadounidense. Lo más reprobable de su declaración es la insinuación de que podría aspirarse a un alto grado de seguridad siempre que, a cambio, se sacrificasen los más elementales derechos del ciudadano. Obama debería recordar que es imposible que ningún Gobierno sea capaz de garantizar la seguridad de sus ciudadanos, y debería explicarlo así a su pueblo. Y que la pérdida de libertades y derechos humanos que forzosamente se les impone, engañándoles con el mito de la seguridad, les conducirá en último término a perder a la vez seguridad y libertad.

Un pueblo obsesionado por alcanzar la seguridad absoluta es un pueblo condenado a la esclavitud mental, a la sumisión irracional; es un pueblo que concede a sus gobernantes libertad, también absoluta, para someterlo. Nunca más debería ser necesario repetir la conocida sentencia: "Más vale morir de pie que vivir de rodillas".

CEIPAZ, 1? de junio de 2013

Remitente: alberto_piris.2013/06/12 10:07:25.132 GMT+2
Etiquetas: obama seguridad libertad | Enlace permanente | Comentarios (0) | Referencias (0)

2013/06/07 08:44:45.481 GMT+2

No olvidemos Afganistán

El continuo diluvio de noticias de todo tipo (desde la ya familiar y polifacética corrupción a todos los niveles hasta las artes marciales del asesino bilbaíno del kung-fu) concentra tanto la atención de los medios de comunicación que casi no dan abasto para mantenernos al día de lo que ocurre por el mundo.

Pero los españoles seguimos teniendo un buen número de compatriotas implicados en la incierta aventura afgana, patrocinada por EE.UU. y la OTAN, e invirtiendo en ella recursos no desdeñables. Aunque su fin está ya en el horizonte, no por ello se han reducido los riesgos que lleva consigo ni la posibilidad de seguir cometiendo errores políticos de largo alcance, como los que la hicieron nacer y los que han ido marcando su desarrollo hasta el día de hoy.

Como muchas otras guerras irregulares que han ido nutriendo la historia bélica de la humanidad, la de Afganistán tiene también características estacionales, y ahora se habla por aquellas tierras de la "ofensiva de verano". Con ella, los talibanes tantean la consistencia del ejército afgano que habrá de hacerse cargo de la defensa del país cuando se produzca la retirada de las fuerzas aliadas, prevista para el próximo año.

Aunque los combates afectan sobre todo a las provincias meridionales, cuya frontera con Pakistán facilita el movimiento de armas, hombres y pertrechos, ni siquiera la capital del Estado se ha visto a salvo, como ocurrió el pasado 24 de mayo, cuando los talibanes asaltaron las oficinas de la Organización internacional para las migraciones (OIM), causando varias bajas y desencadenando un combate callejero. Cinco días después en otra gran ciudad afgana fueron atacadas las instalaciones de la Cruz Roja.

Un portavoz del ministerio afgano de Defensa ha declarado que varios seminarios religiosos de Pakistán han dado libertad a sus estudiantes para ir a combatir en Afganistán, tras hacerles creer que hay tropas indias defendiendo al Gobierno afgano, con lo que se les incita a desencadenar la yihad contra los hindúes.

Pero en primavera también suceden otras cosas, que favorecen la actividad insurreccional, puesto que la vegetación natural del país, ahora renovada y más espesa, facilita los movimientos de los grupos guerrilleros que, además, son ayudados por los campesinos que cultivan opio, ahora que los talibanes parecen menos dispuestos a condenarlo, como hicieron en el pasado.

A la acción militar talibana se une también la preparación psicológica, pues han aprendido de los errores anteriores. No solo parecen disponer de más medios (vehículos y armas, principalmente) que en años anteriores, sino que también han modificado el modo de tratar con la población civil. "Antes, los talibanes prestaban mucha atención a la longitud de las barbas de los hombres, a la forma y tamaño de los turbantes y a otros detalles exagerados; ahora ya no lo hacen", declaraba un comerciante de Nadali, en la provincia de Helmand. Además, solían dar publicidad a las ejecuciones y venganzas, para mantener a la población en estado de sumisión, con lo que el pueblo llegó a odiarles.

Ahora, la dirección talibana, copiando a lo que anteriormente hicieron sus enemigos del Pentágono, ha hecho circular directivas entre sus mandos en las que se insiste en que es preciso "ganar los corazones y las mentes" de la población; si se producen acciones de represalia contra algunos individuos, éstas se mantienen en el más absoluto secreto.

En resumidas cuentas, los talibanes están manejando la vieja "estrategia de los resquicios", ahora que la prevista retirada de la coalición aliada obligará a reajustar los despliegues de las fuerzas de seguridad afganas. El aspecto moral no es desdeñado: un alto responsable afgano ha declarado que los talibanes arengan a sus combatientes haciéndoles ver que han sido capaces de derrotar a las tropas estadounidenses y británicas, y ahora harán lo mismo con el ejército afgano.

Por todo lo anterior, el contingente militar aliado -incluidas las tropas españolas- se va a enfrentar, en los próximos meses, a una de las operaciones más delicadas que deben ejecutar los ejércitos: una retirada ordenada en un territorio hostil en el que la población nunca ha sido del todo amistosa y donde los errores políticos y estratégicos del pasado tendrán inevitablemente consecuencias negativas.

República de las ideas, 7 de junio de 2013.

Remitente: alberto_piris.2013/06/07 08:44:45.481 GMT+2
Etiquetas: afganistán | Enlace permanente | Comentarios (0) | Referencias (0)

2013/05/31 09:54:21.554 GMT+2

Los españoles que juraron obediencia a Hitler

Con motivo de un acto oficial celebrado hace unos días en Barcelona, en el que la delegada del Gobierno en Cataluña entregó un diploma a un miembro de la denominada "Hermandad de combatientes de la División Azul", se ha levantado una polémica que enfrenta una vez más a lo que podríamos llamar "las dos Españas", esas que según los conocidos versos de Antonio Machado habrían de "helar el corazón" a los niños nacidos en esta piel de toro.

En un esfuerzo por lograr el equilibrio propio de quien desea moverse en los terrenos de la verdad histórica y lograr, de una vez por todas, que el dilema machadiano pase a mejor vida por obsoleto, es precisamente a la historia a la que conviene acudir cuando el apasionamiento amenaza con cegar a quienes, como Goya tenebrosamente pintó, acaban destrozándose mutuamente a garrotazos, incapaces de salir de la charca cenagosa en la que uno o los dos acabarán muriendo.

La historia real -no la manipulada por prejuicios ideológicos, tan común últimamente- nos cuenta cómo el 31 de julio de 1941, los miembros del contingente militar español que Franco puso al servicio de Hitler con el nombre de División Azul (la 250ª División de Voluntarios en el organigrama de la Wehrmacht), vistiendo el uniforme alemán de campaña, participaron en la ceremonia del juramento de obediencia, acto obligado en casi todos los ejércitos del mundo.
 
La fórmula utilizada aquel día, pronunciada en alemán y traducida por el Jefe de Estado Mayor de la citada división, exigía obediencia al Führer alemán, como jefe supremo del ejército, en la lucha contra el comunismo (en algunas fuentes se habla de bolchevismo), estando dispuestos a dar la vida en cada momento para cumplir con el juramento empeñado. Los españoles allí formados respondieron sonoramente: "¡Sí, juro!".

El jefe de la División, general Muñoz Grandes, arengó después a sus subordinados y se dirigió al general alemán que presidía la ceremonia con estas palabras: "Decidle al Führer que estamos listos y a su orden; decidle el juramento prestado y decidle, en fin, que lo que mi pueblo jura, lo cumple". Concluyó la alocución pidiendo a sus hombres que repitieran con él la triple invocación final: "¡Viva el Führer, viva el ejército alemán, viva Alemania!".

No está de más recordar que los militares españoles no juraban expresamente fidelidad personal a Franco, aunque ésta se diera por sobreentendida. La fórmula del juramento de bandera entonces vigente en el ejército español comenzaba así: "¿Juráis a Dios y prometéis a España...?". Ni siquiera tras la aplastante victoria que le llevó al poder se atrevió Franco a modificar la tradicional fórmula del juramento militar, introduciendo en ella su persona, al estilo nazi. Esto no hubiera sido motivo de extrañeza, ya que la omnipresente figura de Franco reinaba por doquier, desde los sellos de correos hasta las invocaciones con las que concluían los actos oficiales del Régimen.

Se puede aceptar que los que, con mayor o menor entusiasmo, prestaron el juramento de fidelidad a Hitler ignoraban lo que en realidad venía sucediendo en Alemania por aquel tiempo. Y también es creíble que algunos, además, en su fuero interno asumieran que el compromiso militar se limitaba a la "lucha contra el comunismo", como expresaba la fórmula utilizada. Aunque para ello tuvieran que ignorar que la citada lucha, tal como la conducía el nuevo jefe supremo al que acababan de vitorear tras jurarle obediencia, daba por sentada la esclavitud o el exterminio de los pueblos inferiores (los Untermenschen de la doctrina nazi), judíos, gitanos y eslavos. Con su juramento, pues, se hicieron parcialmente copartícipes de los crímenes contra la humanidad por los que fue condenado el régimen hitleriano, comparables, cuando no más perversos, con los brutales y masivos asesinatos con los que Stalin se mantuvo en el poder y derrotó al dictador nazi.

Pero hoy, bien entrado el siglo XXI y conocidos los horrendos delitos que se perpetraron bajo la dirección de Hitler, es natural sorprenderse por las extrañas concesiones que en España se siguen haciendo, con la benevolencia de algunas autoridades, a esos residuos históricos que en gran parte de Europa ni siquiera tienen voz pública y que, en algunos países, incluso han sido declarados fuera de la ley y perseguidos por ello.

Así pues, es lícito preguntarse si es que los que juraron obediencia a Hitler y los que aún ahora les apoyan, ensalzan y conmemoran, lo consideran tan especial honor personal y patriótico como para seguirlo celebrándolo hoy, al cabo de siete decenios, y conociéndose pública y fehacientemente los horrores que perpetró el régimen nazi, con el que ellos voluntariamente cooperaron.

República de las ideas, 31 de mayo de 2013

Remitente: alberto_piris.2013/05/31 09:54:21.554 GMT+2
Etiquetas: azul juramento división alemania españa | Enlace permanente | Comentarios (1) | Referencias (0)