Una fina lasca de jamón Carrasco: untuosa, rosada, veteada de intensa infiltración. Su aroma, su textura y su sabor potencian la capacidad para trasladarnos a los generosos paisajes de su origen.
En ella, en el ibérico Carrasco se adivinan la dehesa extremeña, el eco de la costa de Cádiz, de sus brillantes montículos de sal, esa misma sal que curará el jamón y, cómo no, el aire limpio y puro de la sierra salmantina.
Qué mejores sensaciones para que nuestra experiencia se torne en especial. Qué mejor mensajero que un sabor único y universal a un tiempo.