Hollywood debe de estar frotándose ya las manos con la historia de Kylie Bisutti. La bella californiana hasta les ha puesto en bandeja el título de su película: "Dejé de ser modelo por Dios". Es la frase que más repite desde hace meses. Porque la vida de la maniquí de 23 años da para todo un serial: ha pasado de triunfar sobre la pasarela y desfilar con las cotizadísimas alas de Victoria"s Secret a convertirse en una esposa ejemplar siguiendo punto por punto todas las enseñanzas de la Biblia. Jesús se ha quedado con este ángel.
Ahora nada de enseñar chicha. Y eso que, animada por su marido -con el que se casó a los 19 años-, Kylie Bisutti (1990, Simi Valley, California) se impuso a las 10.000 chicas que luchaban por un contrato con la conocida marca de lencería. En 2009 llegó a desfilar junto a las tops Heidi Klum, Miranda Kerr o Doutzen Kroes. Pero las alas con las que tanto soñó desde que apenas levantaba dos palmos del suelo llegaron envenenadas. O al menos eso asegura en "No soy un ángel: de modelo de Victoria"s Secret a modelo de conducta", un libro donde no faltan intrigas, acoso sexual, mentiras y cómo vivió el lado oscuro de la pasarela en sus carnes. Para empezar, nada de llevar el anillo de casada puesto. La firma no quería que se perdiese la fantasía porque se suponía que sus "ángeles" tenían que flirtear con todos los hombres. Incluso le llegaron a cerrar citas con clientes, pero ella rechazó esos encuentros.
Antes de que sus fotos en ropa interior empezaran a cotizarse en las agencias de modelos, Kylie tuvo que escuchar cómo su agente la comparaba con una «vaca gorda» porque tenía una talla 36 y con su 1,77 pesaba 52 kilos. Bajó hasta los 49 a base de comer solo piña y sandía, aderezadas con muchos litros de agua, para que la llamasen de la Semana de la Moda de Nueva York. Y, por supuesto, tenía que posar siempre de lo más sensual... ¡hasta el punto de encontrarse en webs porno! «Si quieres ser como Gisele, esto es lo que debes hacer», le espetó un fotógrafo para "obligarle" a mostrar todos sus encantos delante de la cámara. Fue la gota que colmó el vaso a sus 21 años.
«Me fui a mi habitación, me puse de rodillas y comencé a rezar: Dios, ¿por qué me hiciste ganar el concurso de Victoria"s Secret si me iba a sentir de esta manera? No estoy honrando a mi marido. ¡Solo quiero respuestas!». Y le llegó la inspiración. Cogió su móvil y tuiteó lo que se convertiría en su futuro inmediato: «Dejo de ser una modelo de Victoria"s Secret para convertirme en una esposa del Proverbio 31» (donde se elogia a la mujer virtuosa en la que su marido puede confiar). Colgó sus alas, se mudó a Montana y allí sigue trabajando como voluntaria en una iglesia local. Y nada de exhibir lencería fina desde hace dos años... salvo a los ojos de su amado esposo.
En "topless" a los 16 años
«Me estaban pagando por quitarme la ropa y posar provocativamente para estimular a los hombres. Ya no se trataba de ser una modelo de ropa; me sentía como un trozo de carne», defiende Bisutti, quien ahora siempre luce un crucifijo de plata en su cuello y se viste con ropa recatada pese a que sigue conservando su envidiable figura. De su vida anterior solo quedan las fotos que siguen colgadas en miles de páginas en internet y que le recuerdan que no quiere «que esa Kylie vuelva a existir». Vestigios de una carrera que comenzó con apenas 8 años en las pasarelas de los centros comerciales de Las Vegas.
Ahorró hasta que con 15 años se costeó el viaje a Nueva York para cumplir su sueño de ser modelo. Con 16 ya protagonizó su primera instantánea en "topless" tras insistirle su agente. Se iniciaba lo que recuerda como una pesadilla y que ahora denuncia en los platós a la vez que ofrece consejos espirituales y aboga por la belleza interior. Por supuesto, la respuesta de Victoria"s Secret no se ha hecho esperar. «Bisutti habla repetidamente de una relación que simplemente no existió». De hecho, puntualizan que solo «participó en una sesión de fotos» y que desde 2009 no trabaja con ellos.
Aun así, la exángel sigue haciendo caja con sus historias, porque le han salido múltiples bolos para recorrer Estados Unidos impartiendo conferencias. Aunque nada de los millonarios contratos que acompañan a las modelos, pese a que le ofrecieron participar en el "Mira quién baila" americano. Se negó porque ella «solo» baila con su marido. Pero la cuenta corriente no le preocupa. Espera que su propia línea de ropa, que sacará al mercado en un mes, sea un boom de ventas. Eso sí, prendas «cristianas y decentes». Y de todas las tallas. Y lo más importante: bendecidas por Dios.